La casa se posa sobre la parte alta de la montaña, contrastando su geometría, con la naturaleza orgánica del paisaje de Santa Elena. La naturalidad del entorno para ser habitado como un hogar lleno de luz natural y jardines que permite que cada espacio de la casa, sea independiente y este separado de los demás.

En el exterior, la casa se percibe con dos colores, el gris del concreto a la vista y el color entre marrón y naranja de las cajas de las habitaciones y la sala. La decisión se inspiró en la neblina que caracteriza los amaneceres en Santa Elena y el resplandor de los atardeceres rojos y anaranjados que se perciben en las tardes desde la casa. Para ingresar, hay una fuente que acompaña la circulación de manera perpendicular a la casa, atraviesa la zona de la sala y remata justo en el límite del gran ventanal del mirador más imponente.
La composición arquitectónica en el interior, empieza a partir de un largo pasillo, del cual se desprenden todos los volúmenes que albergan las habitaciones, la sala, el área de cocina y comedor.

Toda la casa al interior presenta una serie de texturas rústicas elaboradas manualmente a partir de diferentes técnicas de aplicación con materiales naturales como la tapia pisada y el bahareque con tierra, estas técnicas permiten que se generen cálidas atmósferas de luz y sombra y reflejos sobre estas texturas.